20 September 2024
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Dormir: la clave para que triunfen los estudiantes.

Jenny Anderson
Dormir: la clave para que triunfen los estudiantes. - Sleep The key to helping students flourish Dormir: la clave para que triunfen los estudiantes. - Sleep The key to helping students flourish

En febrero de 2023, Liam Cullinan asistió a una presentación para padres acerca de la importancia del sueño. Mary Carskadon, una reconocida experta en sueño, retó a los directores a que reconocieran y afrontaran el hecho de que los niños necesitan dormir mucho más de lo que duermen. 

Cullinan, quien casualmente iba a inaugurar el centro de Nord Anglia más nuevo de Oriente Medio en otoño de ese año, aceptó el reto y elaboró un horario escolar flexible. 

En la Nord Anglia International School de Abu Dhabi, el horario lectivo empieza a las 8:20, más de una hora después que otros centros privados de la zona. Los padres pueden dejar a sus hijos a las 7:15 en un programa de enriquecimiento matinal, durante el que los estudiantes se centran en el bienestar y hacen yoga, practican deporte, desayunan o estudian. Pero también pueden quedarse en casa y dormir un poco más.

La mayoría de los padres, el 60 por ciento, llevan a sus hijos a la última hora de inicio de las clases.

«Los padres de los alumnos, tanto de primeros años como adolescentes, lo han aceptado muy bien», afirma Cullinan. «Quieren que sus hijos descansen y los adolescentes también quieren dormir más».

 

¿Cuál es el problema? 

Como explica la psicóloga estadounidense Lisa Damour, el sueño es el pegamento que nos mantiene enteros.

Aunque se sabe que la falta de sueño hace que estemos más ariscos, también es fundamental para la resistencia emocional, la memoria y la cognición, así como para mantener la salud inmunitaria y fisiológica.

Pese a ello, pocos padres saben exactamente cuánto necesitan dormir sus hijos, y no todos los jóvenes duermen lo que necesitan.

Según la National Sleep Foundation, los niños en edad escolar (de 6 a 12 años) necesitan dormir entre 9 y 12 horas cada noche, y los adolescentes de hasta 18 años entre 8 y 10 horas. Como sucede con los adultos, las necesidades de los niños son variables y por eso se indican los intervalos.

estudio muestra que la mitad de los estudiantes de secundaria y más del 70 por ciento de los de bachiller no duermen las 8-12 horas que necesitan. En una época en la que preocupa mucho la salud mental de los adolescentes, dormir es lo que más al alcance de la mano está: la falta de sueño crónica, concluye Lewis, agrava la depresión, la ansiedad y las ideas suicidas.

Por motivos culturales, muchos centros educativos no tienen en cuenta este concepto. «Siempre ha existido en la cultura esa idea de que dormir es de débiles, a falta de mejores sinónimos», sentencia Lisa L. Lewis, periodista y escritora estadounidense, autora de The Sleep Deprived Teen: Why Our Teenagers Are So Tired, and How Parents and Schools Can Help Them Thrive. «Es absurdo, es como fanfarronear de que necesitas poco aire para vivir».

Para muchas familias, que los adolescentes tengan ritmos de sueño distintos a los de los adultos es todo un reto. Sus cerebros liberan melatonina, una sustancia aletargante, más tarde que los de los adultos, por lo que no se cansan hasta más tarde. A menudo se quedan mirando sus dispositivos móviles hasta altas horas de la noche, lo que estimula más sus cerebros y hace que les cueste más dormir. Muchas veces, cuando se levantan pronto para ir al instituto parecen zombis.

Qué sucede cuando dormimos

Cuando dormimos, nuestros cerebros siguen activos y realizan tareas fundamentales para restaurarse, repararse y recargarse. Es cuando consolidamos la información recabada y la trasladamos de la memoria a corto plazo a la memoria a largo plazo, donde podemos acceder a ella más tarde. El sueño ayuda a reforzar conexiones esenciales entre regiones complejas del cerebro. El cerebro de los adolescentes sufre una remodelación muy importante durante la pubertad, y tanto el crecimiento como esos cambios requieren energía. Por eso, necesitan dormir más que los adultos —y más de lo que los adultos pueden pensar. 

Los profesores y los trabajadores ven los efectos del cansancio en los niños todo el día. «En muchos de nuestros centros, el éxito académico es la norma y a algunos estudiantes les cuesta asumir que tienen que irse a dormir a las 10 de la noche», afirma Simon Higham, director de la British Vietnamese International School de Ho Chi Minh City. Pero insiste en que es necesario. 

«Es igual de importante que hacer ejercicio habitualmente, seguir una dieta equilibrada y que el cariño y aprecio que les demuestras», comenta.

Hecho 1: la falta de sueño afecta al aprendizaje. Trastoca gravemente la memoria, el procesamiento de la información, la atención y la capacidad de resolución de problemas, todos ellos factores clave en el aprendizaje. Si se duerme poco, se reduce la capacidad para retener información, lo que socava cualquier esfuerzo realizado.

Hecho 2: los deportistas profesionales saben que dormir bien es una ventaja competitiva. Cheri Mah, responsable del departamento de Medicina del Sueño en Stanford, realizó un estudio innovador con el equipo masculino de baloncesto de Stanford para analizar el sueño y su rendimiento. Antes del estudio, los jugadores dormían de media menos de siete horas cada noche. Los investigadores les pidieron que durmieran durante al menos 10 horas. Si se comparan los resultados de los jugadores de cuando están bien descansados a cuando se les priva de sueño, se observa que anotan un 9 % más de tiros libres y otro 9 % más de triples, y que mejora su esprint.

Hecho 3: los responsables políticos se basan en datos científicos que corroboran que los adolescentes necesitan dormir más. En 2019 California aprobó una ley pionera que establecía una hora de inicio mínima por la que en secundaria las clases no podían empezar antes de las 8 a.m. y en bachillerato antes de las 8:30 a.m. (con un período de introducción progresiva de tres años). En 2023 Florida aprobó una ley parecida.

 

¿Qué pueden hacer los padres para ayudar?

El sueño se excluye demasiado a menudo de los programas educativos por más clases, deportes o incluso actividades extraescolares, y los padres son fundamentales para que se convierta en una prioridad. 

En primer lugar, deben empezar pronto a darle importancia, cuando los niños son pequeños y los padres pueden establecer mejor las rutinas y conseguir que las cumplan.

«Es muy fácil saber qué niños siguen una rutina y cuáles no», afirma Higham de la British Vietnamese International School. «A las 10 a.m. a algunos les cuesta mantener los ojos abiertos». Sin embargo, según él, cuando empiezan a seguir una rutina saludable y a irse pronto a la cama, se transforma su capacidad de aprendizaje.

«Si los padres cumplen un horario para dormir y lo adaptan a las necesidades de sus hijos, se observa una diferencia en cuanto a resultados, actitud, felicidad y bienestar en general en el centro».

Los adolescentes son más complicados. A menudo no están por la labor de seguir nuestros consejos y lograr que sigan una «rutina para irse a dormir» es simplemente imposible. En vez de ello, ¿por qué no les explicamos los hechos? Basta con decir «me preocupo por ti, por tu bienestar psicológico y tu rendimiento, y dormir simplemente es bueno para las dos cosas». Al final, las rutinas las tiene que aceptar la propia persona, así que es mejor plantear el asunto como una conversación y no como una confrontación.

Para terminar, resulta útil recomendar las que Lisa L. Lewis denomina «rutinas de desconexión»: 
No utilizar tecnologías. Eso conlleva no llevarse el móvil a la habitación y ayuda dejar de utilizar cualquier tecnología una hora antes de irse a dormir (si es posible). Las pantallas estimulan el cerebro y los contenidos suelen ser adictivos, lo que complica dejar de utilizarlas. Todos esos estímulos impiden relajarse.
Seguir unas pautas tranquilizantes, como leer, escuchar pódcast, hacer yoga, colorear o escuchar música.

¿Y si a su hijo le gusta ver series en su dispositivo antes de irse a la cama, por ejemplo, unos capítulos de Friends? Mientras duerman lo suficiente, no pasa nada. Pero si no duermen lo que toca, habrá que cambiar sus hábitos de visualización. 

Como padres, dedicamos mucho tiempo a ayudar a que nuestros hijos prosperen estudiando más, practicando deporte y yendo a actividades extraescolares. Tal vez sea hora de empezar a centrarnos simplemente en que duerman más. Como dice Lewis, «no hay nada que salga mejor sin dormir que habiendo dormido».