Utilizamos cookies para mejorar sus experiencias en línea. Para obtener más información y elegir sus opciones de cookies, consulte nuestra política de cookies.
¿Cuántas veces llegamos al final de una página en un libro, o un documento de trabajo, y nos damos cuenta de que no recordamos una palabra que hemos leído?
Nos pasa a todos.
Pero hay buenas noticias: ser conscientes de que esto sucede es un ejemplo real de metacognición —pensar en tu propio pensamiento—. Y tener unas buenas habilidades metacognitivas puede ayudar a aprender y retener más.
«La metacognición es la capacidad de ser conscientes de nuestros procesos cognitivos o de pensamiento, y de controlarlos, reflexionar sobre ellos y poder cambiarlos», afirma la Dra. Rose Luckin, profesora de diseño centrado en el aprendizaje en el Laboratorio de Conocimiento del University College London (UCL).
En el ejemplo de leer el pasaje de un libro, nos damos cuenta de que no estamos centrados y aplicamos estrategias para aumentar nuestra comprensión cognitiva.
Convertirse en alguien más hábil metacognitivamente parece tener beneficios claros para el aprendizaje. Si los niños mejoran su capacidad para controlar y evaluar su pensamiento, y desarrollan estrategias para entrenar sus propios cerebros, tienen poder sobre su aprendizaje. Y ese poder puede aumentar la motivación y dar mejores resultados.
Según la Fundación de Dotación Educativa de Inglaterra, se estima que las estrategias metacognitivas pueden ayudar a los niños a avanzar unos ocho meses en su aprendizaje a lo largo de un año. Las estrategias metacognitivas ahora forman parte del contenido troncal de los cursos de formación para docentes en Inglaterra.
Una investigación de International Baccalaureate también respalda el enfoque metacognitivo. Su Programa de Diploma, impartido en más de 5000 escuelas de 150 países, incluye como componente obligatorio la «teoría del conocimiento», materia en la que los estudiantes dedican tiempo a estudiar la naturaleza del conocimiento y a «reflexionar críticamente sobre su propio aprendizaje».
El Dr. James Mannion, exprofesor y coautora de «Fear is the Mind Killer», cree que la metacognición es la clave para desbloquear el potencial de los estudiantes.
«Creo que la metacognición es, de lejos, la idea más importante en educación, aunque su definición es algo confusa», dice. «La veo como una escotilla de escape, es decir, una forma de escapar de nuestra programación y hábitos actuales, ser conscientes de los patrones que seguimos y actuar de manera diferente».
La autorregulación, la supervisión y el control de los sentimientos y comportamientos van de la mano de la metacognición, dice. Los dos se combinan para crear el «aprendizaje autorregulado».
Nord Anglia Education, el grupo de escuelas internacionales, está trabajando con el Dr. Luckin para desarrollar su enfoque hacia la metacognición, un abordaje que utilizan los profesores para introducir estrategias metacognitivas en el aula. Ha desarrollado un marco metacognitivo de seis «ambiciones del estudiante» para ayudar a sus pupilos a desarrollar las 6 C: convertirse en aprendices críticos, creativos, comprometidos y curiosos, que trabajen de manera compasiva y colaborativa en el aula y más allá.
El profundo estudio de Nord Anglia sobre la metacognición tiene muchos objetivos: dar poder a los estudiantes, impulsar el rendimiento académico y desarrollar habilidades «futuras» que demandan los empleadores. McKinsey & Company, por ejemplo, los enumera como «competencias fundamentales» que son vitales para garantizar un futuro laboral a los jóvenes en el que prosperen en un mundo en rápida evolución basado en lo digital. El marco se está aplicando inicialmente en 27 escuelas de NAE en todo el mundo y su impacto se medirá en una investigación independiente del Boston College que se presentará en 2025.
La pregunta del millón es cómo pueden desarrollar estas habilidades los estudiantes.
¿Puede un estudiante a quien le gusta trabajar solo o que domina los debates volverse más colaborativo? ¿Puede un pensador lógico desarrollar estrategias de aprendizaje más bien creativas? ¿Y pueden realmente aprender los estudiantes a entrenar su propio pensamiento?
Investigadores como el Dr. Luckin dicen que sí pueden con ayuda. El grupo NAE ha identificado tres puntos fuertes específicos en cada «ambición del estudiante». Los estudiantes deben ponerse unas metas personalizadas y usar «rutinas de pensamiento prácticas» para alcanzarlas.
Por ejemplo, para enseñar la «ambición del estudiante» de la compasión, los alumnos utilizan una rutina de pensamiento que consiste en «entrar, salir y volver a entrar» en sus materias de lectura. Cuando los alumnos de 6.º curso (de 10 y 11 años) de la Escuela Internacional Nord Anglia de Hong Kong estudian la obra El niño al fondo de la clase de Onjali Q Raúf, «entran» en la vida de Ahmet, «el niño» refugiado sirio que da título al libro, para entender cómo podría sentirse y sus experiencias. Después, «salen» para analizar el contexto y entender mejor a Ahmet y a las personas que están en su situación. Finalmente, «vuelven a entrar» para reflexionar sobre sus concepciones previas y plantearse qué se puede hacer para ayudar a los refugiados.
«Se trata de hacer las preguntas correctas, las que son realmente importantes y llevan a hacer aún más preguntas» dice Raquel Thomson, la subdirectora de primaria de la escuela. «Este tipo de estrategias de pensamiento anidan en los estudiantes y son útiles para lo que hagan en sus vidas, ya sean científicos, maestros o entrar en el mundo de los negocios».
La técnica también se está utilizando con buenos resultados fuera del aula para resolver disputas que inducen ansiedad y reconciliar amigos que han tenido desacuerdos.
Los profesores y estudiantes registran su progreso y las evidencias en la plataforma en línea NAE Learner Portfolio, presentada en enero. Los niños graban «capturas de momentos» de su aprendizaje en un «diario metacognitivo», un registro cualitativo que permite a los estudiantes analizar retrospectivamente su trayectoria lo largo de su educación.
Ideadas por el equipo Project Zero de la facultad de graduados en educación de Harvard, las rutinas que se usan en las escuelas del grupo Nord Anglia son un conjunto de palabras, frases y técnicas fáciles de recordar y transferibles que ayudan a los alumnos a pensar de una manera más estructurada. Además, los anima a articular su pensamiento, y les da más herramientas para usar cuando se atascan. Esto no solo ayuda al aprendizaje, también al bienestar.
«La supervisión y el control de los sentimientos y comportamientos es un concepto muy amplio que cubre todos los aspectos de la vida», dice el Dr. Mannion. «No se puede subestimar la importancia de las técnicas de autorregulación en un momento en que el número de niños que refieren problemas de salud mental está aumentando rápidamente».
Las habilidades de colaboración, fundamentales para el éxito en la educación superior y el mercado laboral, se desarrollan a través de la rutina de pensamiento de «escuchar, hablar y animar a otros».
«Si eres una persona habladora, puedes animar a un amigo a que presente sus ideas. Y si eres una persona más bien callada, puedes pensar en cómo contribuir con tus ideas», dice Thomson. «Sea cual sea su naturaleza, los niños comienzan a entender que en la vida, habrá actividades, tareas y situaciones donde tendrán que colaborar, y los estamos preparando para esas situaciones».
Mateo Suarez, un alumno de 11 años del Colegio Menor Quito en Ecuador, describe la metacognición como «un superpoder para el cerebro».
«Si estás atascado en un problema de multiplicación en matemáticas, no te rindes», dice. «Piensas en hacer algo más, como utilizar sumas en su lugar».
Otro compañero de clase, llamado Mateo Allen y de 11 años, dice que ponerse metas y aprender el lenguaje de la metacognición le ha ayudado a concentrarse en el trabajo de clase y a «mantenerse en el camino».
«Es bueno tener palabras que describen lo que estamos haciendo, así puedo pensar “vaya, estoy siendo colaborativo, tengo esa habilidad y puedo hacer algo para mejorar”».
Ambos chicos hablan de «reflexionar» sobre su trabajo, una habilidad metacognitiva esencial.
«Estábamos leyendo un libro titulado Despierta, tigre», dice Mateo Allen. «Y estábamos reflexionando sobre nuestras propias vidas y un niño dijo que algo que le había pasado había sido difícil, y otra persona habló sobre un problema; estábamos relacionando el libro con situaciones de la vida real que nos ayudaron a entender el texto».
La metacognición también fomenta la planificación —o «desglosar las cosas» según el alumno de quinto curso. Pone el ejemplo de escribir sobre perros: «se pueden decir muchas cosas, pero el tema se puede dividir en subtemas, como las diferentes razas y cómo cuidarlos, y encontrar maneras de relacionar cada sección. Es como hacer un puzle, vas moviendo las piezas hasta que todo encaja».
Los padres pueden ayudar a desarrollar estas habilidades reforzándolas en casa. Como explica Jessica Schultz, profesora y directora de estudios de la Escuela Internacional San Roberto de Monterrey, México, «en lugar de preguntarle a tu hijo “¿qué has hecho hoy en clase?”, pregunta qué le pareció más fácil o divertido de aprender ese día. También qué fue más difícil, sea un concepto o algo de una asignatura, y por qué. De esta manera, implicamos al niño en la reflexión intencional, una práctica que puede convertirse en un hábito saludable. En lugar de recibir el típico “no sé”, es más probable que conectes con tu hijo y que la respuesta sea mucho más significativa».
En el Colegio Menor Quito, los estudiantes no solo reflexionan sobre su aprendizaje, sino también sobre sus resultados haciéndose cargo de las conferencias de padres y maestros.
Aunque la idea provocó ciertos recelos en un principio, con el tiempo, tanto profesores como padres vieron los beneficios. «Los niños podían decir “mamá, papá, soy muy bueno en esto y aquí está la prueba, pero también estoy trabajando en esto otro y estos son mis planes de mejora”», dice Mónica Chiriboga, la directora de la escuela primaria.
«Los profesores quedaron asombrados por lo que sabíamos que iba a pasar: nuestros estudiantes tenían poder para implicarse en su propio aprendizaje y reflexionar sobre él».
Algunos académicos y profesores argumentan que la metacognición es buena en teoría, pero centrarse demasiado en la autorreflexión puede restar importancia a la instrucción directa. Otros argumentan que es buena en teoría, pero que su aplicación es incoherente. Como se entiende de maneras diferentes, es difícil medirla con precisión.
Las escuelas del grupo NAE llevan aproximadamente un año trabajando en su proyecto de metacognición, y el Boston College recopilará y analizará los datos sobre su efecto en los resultados de aprendizaje, el éxito académico y el bienestar personal. Los investigadores, por supuesto, mirarán las notas. Pero también tendrán en cuenta cómo desarrollan los estudiantes las habilidades y atributos necesarios para prosperar en un futuro incierto que cambia rápidamente en el que abunda la IA.
«No solo preparamos a los jóvenes para aprobar los exámenes, preparamos para la vida» dice Thomson, de Hong Kong. «Al proporcionar a los estudiantes un marco que les permite tener éxito, es difícil que no lo tengan».
Lee más de INSIGHTS: Cuando los niños tienen toda la información a un clic de distancia, ¿importa tener conocimientos?